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350: El bautismo en el Espíritu Santo 10/11/2024 #1325

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Pastor José Luis Cinalli
10/11/2024
El bautismo en el Espíritu Santo

“Y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán”, Ezequiel 34:26.

El bautismo en el Espíritu Santo fue anunciado mediante el símbolo de la lluvia temprana y tardía. “Si obedeces… amas al SEÑOR… y lo sirves… él mandará las lluvias… tempranas y las tardías, para que puedas juntar las cosechas…”, Deuteronomio 11:13-14 (NTV). Las lluvias tempranas permitían que la tierra se ablandara para ararla y sembrarla. Las lluvias tardías maduraban el fruto a fin de que hubiera una buena y abundante cosecha. Entre ambas, había lluvias esporádicas y chaparrones ocasionales. El paralelismo con la época de la iglesia es maravilloso. Las lloviznas iniciales que darían paso a la lluvia temprana del Espíritu estuvo marcada por los ministerios de Juan el Bautista (“gente de Jerusalén, de toda Judea y de todo el valle del Jordán salía para ver y escuchar a Juan”, Mateo 3:5, NTV) y el de Cristo: “Numerosas multitudes lo seguían a todas partes: gente de Galilea… de Jerusalén, de toda Judea y del… Jordán”, Mateo 4:25 (NTV). Estas primeras operaciones del Espíritu indicaban que el tiempo de sequía se había terminado dando lugar a una nueva y gloriosa temporada de lluvia. Al inicio de su ministerio Jesús dijo: “… Cosas mayores que estas verás”, Juan 1:50. Y al final aseguró: “Obras… mayores harás”, Juan 14:12. La lluvia temprana estaba a la puerta y Pentecostés señaló su comienzo. En esos años, la semilla del evangelio fue sembrada y el Espíritu Santo formó la iglesia. Los profetas habían anticipado esta lluvia: “En los postreros días, dijo Dios, derramaré mi Espíritu Santo sobre la humanidad…”, Hechos 2:17 (NT-BAD). “En el momento justo Dios nos enviará la lluvia… lluvia temprana y tardía… Así habrá una buena cosecha…”, Joel 2:23-24 (TLA, RV60). Pídanme lluvia… y haré que llueva en abundancia”, Zacarías 10:1 (TLA). Dios vendrá a visitarnosvendrá de nuevo sobre nosotros y con su poder creador convertirá el desierto en tierra fértil, y la tierra fértil… será mucho más fértil”, Isaías 32:15 (TLA, DHH). Él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros… como la lluvia de primavera que riega la tierra”, Oseas 6:3 (BAD); Isaías 35:7; Hageo 2:6-7; Isaías 43:19-20.

La lluvia temprana, es decir, el derramamiento inicial del Espíritu continuó a lo largo del primer siglo, disminuyendo gradualmente en poder y frecuencia a medida que el tiempo pasaba y la fe y la espiritualidad declinaba. Lluvias intermitentes y esporádicas cayeron sobre la iglesia en distintos lugares y épocas en los siglos siguientes. Desde la época de la reforma ha habido derramamientos cada vez más frecuentes y evidentes. La lluvia tardía es la preparación para el día de la cosecha, es la última época de la temporada de lluvias antes de la recolección final. Pero, ¿qué es la cosecha y cuándo llegará? Jesús dijo que “la cosecha es el fin del mundo”, Mateo 13:39 (NTV). Será el tiempo en que se le dirá al “Hijo del hombre” (Apocalipsis 14:14): “¡Empieza a cortar con tu hoz, y recoge la cosecha!... ha llegado la hora de recogerla. El que estaba sentado en la nube… recogió la cosecha”, Apocalipsis 14:15-16 (TLA). La cosecha está claramente asociada en las Escrituras con la venida de Cristo al final de los tiempos. Así como el labrador espera la lluvia temprana y tardía para que madure el fruto, de la misma manera hemos de esperar que la lluvia del Espíritu Santo caiga sobre el campo que es la iglesia, madurando el fruto espiritual en preparación para la cosecha, es decir para la venida del Señor, Santiago 5:7. ¡La época de la iglesia es la temporada de lluvia! Pentecostés fue el inicio de la lluvia temprana porque fue durante esas efusiones iniciales y poderosas del Espíritu que se esparció la semilla del evangelio por todo el mundo y se preparó la tierra para la cosecha final. Antes de que el tiempo concluya con el retorno de Cristo en la cosecha final hemos de esperar la lluvia tardía de la promesa o la recolección. ¿Podemos esperar el día de la cosecha antes de la temporada final del derramamiento del Espíritu, el cual es fundamental para la plena madurez de la cosecha espiritual? Antes de la venida de Cristo deberíamos esperar una temporada de derramamientos poderosos que eclipsen todo lo que la iglesia ha experimentado desde la reforma y que solo sea comparable en carácter y en poder con la lluvia temprana de la iglesia inicial.

Juan el bautista prometió que Jesús bautizaría en el Espíritu. ÉL los bautizará(los sumergirá”, Kadosh) en el Espíritu Santo…, Mateo 3:11 (BPD); Juan 1:33; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Hechos 11:16, 19:4-5. Después de ascender al cielo Cristo bautizó en el Espíritu, Hechos 2:1-4; 10:44 y 11:15-17. La palabra ‘bautismo’ significa inmersión. Ser bautizados en el Espíritu Santo quiere decir ser sumergidos completamente: “… Serán bautizados… bañados (ORO)… sumergidos (Kadosh)… en el Espíritu Santo…”, Hechos 1:5 (BL95). Los discípulos no fueron simplemente rociados en el día de Pentecostés, fueron inmersos, sumergidos en el Espíritu Santo.


El derramamiento del Espíritu fue prometido por Jesucristo: “El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón… Jesús estaba hablando del Espíritu de Dios, que recibirían los que creyeran en él…”, Juan 7:37-39 (TLA); Juan 4:14, 14:15-17, 16:7-15. Fue prometido por Dios el Padre. “… Enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros…”, Lucas 24:49. “… Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus hijos”, Isaías 44:3 (NTV). “... Derramaré mi Espíritu sobre toda la gente... Derramaré mi Espíritu... hombres y mujeres por igual”, Joel 2:28-29 (NTV); Isaías 59:19; Isaías 35:2. “... Dios... les dará el Espíritu Santo. Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo”, Hechos 2:38-39 (TLA). “Dios dice: en los últimos días, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad… Derramaré mi Espíritu sobre mis siervos, hombres y mujeres, y ellos profetizarán”, Hechos 2:17-18 (PDT). “Los últimos días” se refiere a la era de la iglesia que va desde Pentecostés hasta el retorno de Cristo. Eso significa que “ahora… estamos en los últimos días”, Hebreos 1:2 (PDT). ¡Qué maravilloso! Los que vivimos los últimos tiempos de “los últimos días” estamos al borde del segundo y más grande mover del Espíritu Santo. Entonces, cuando oramos por un avivamiento, la evangelización del mundo y el retorno a la tierra de nuestro bendito Señor estamos orando conforme a Su voluntad. Oramos por acontecimientos que fueron prometidos por Dios y que por lo tanto han de suceder, ¡porque lo que Dios promete, Dios lo cumple! Además de eso, lo que más nos anima es saber que nosotros mismos podemos ser parte de ese tremendo y más grande avivamiento que está a punto de derramarse sobre toda la humanidad. Dios ha prometido derramarse a sí mismo en los “últimos días”; es decir, ¡en estos días! “Dios dice: en los últimos días, derramaré mi Espíritu…”, Hechos 2:17 (PDT); Isaías 44:3; Joel 2:28-29. ¡Si el derramamiento del Espíritu fue la clave del éxito de los primeros creyentes entonces parece claro que también es la clave para los creyentes de hoy en día! Sin embargo, para que el derramamiento del Espíritu Santo ocurra deben estar dadas las condiciones. Alejarnos del pecado es esencial, pero también lo es la oración incesante: “Si se humillare mi pueblo… y oraren, y buscaren mi rostro… oiré desde los cielos… sanaré su tierra… y los haré prosperar de nuevo”, 2º Crónicas 7:14 (RV60, TLA). ¿Lo ves? No hay derramamiento del Espíritu si las condiciones no están dadas. Dios siempre está dispuesto a derramarse a sí mismo y espera por nosotros, ¿cuánto tiempo le haremos esperar?

“En los postreros días… derramaré mi Espíritu Santo sobre la humanidad…”, Hechos 2:17 (NT-BAD). Eso significa que habrá un despertar espiritual como nunca antes. ¿Cuándo? En los “postreros días”; es decir en estos días. Jesús dijo que una de las señales del fin sería el declive moral, pero también dijo que el evangelio sería predicado en todo el mundo, Mateo 24:14. ¿De qué otro modo se cumpliría esta palabra sino a través de una iglesia avivada? ¡Dios prepara silenciosamente el desbordamiento! El ojo del vigía ha visto “una nube tan pequeña como la mano de un hombre”, 1º Reyes 18:44. El oído atento ha captado el sonido de una “lluvia abundante”, Zacarías 10:1. ¡Dios abrirá las puertas de los cielos y derramará su bendición! Las obras de la oscuridad y las fortalezas de Satanás que por mucho tiempo se han resistido serán totalmente quebrantadas. La pureza y la autoridad espiritual de la iglesia serán recuperadas. Las sendas del cristianismo apostólico se recobrarán. Las tercas voluntades de los hombres que han resistido a la presentación del evangelio se rendirán al irresistible fluir del Espíritu. Las oraciones de las madres por sus hijos rebeldes recibirán respuesta. El clamor de la esposa por su esposo endurecido desatará la salvación esperada. Lo que no se logró en años se logrará en pocos días. ¿Puedes creerlo? El Señor vendrá como un río encajonado, impelido por el soplo de Jehová, Isaías 59:19 (RV 95). ¡Ánimo! Estamos a punto de ver, más que eso, a punto de experimentar el más grande mover espiritual de todos los tiempos. El señor oscuro de este mundo no podrá impedirlo. Las personas empezarán a tener inquietudes espirituales por sus almas y Dios será el tema de conversación de todos. ¡Créelo! Oremos con todas nuestras fuerzas: ¡Oh Dios, derrama de tu Espíritu, aviva la iglesia y salva a los perdidos!

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10/11/2024
El bautismo en el Espíritu Santo

“Y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán”, Ezequiel 34:26.

El bautismo en el Espíritu Santo fue anunciado mediante el símbolo de la lluvia temprana y tardía. “Si obedeces… amas al SEÑOR… y lo sirves… él mandará las lluvias… tempranas y las tardías, para que puedas juntar las cosechas…”, Deuteronomio 11:13-14 (NTV). Las lluvias tempranas permitían que la tierra se ablandara para ararla y sembrarla. Las lluvias tardías maduraban el fruto a fin de que hubiera una buena y abundante cosecha. Entre ambas, había lluvias esporádicas y chaparrones ocasionales. El paralelismo con la época de la iglesia es maravilloso. Las lloviznas iniciales que darían paso a la lluvia temprana del Espíritu estuvo marcada por los ministerios de Juan el Bautista (“gente de Jerusalén, de toda Judea y de todo el valle del Jordán salía para ver y escuchar a Juan”, Mateo 3:5, NTV) y el de Cristo: “Numerosas multitudes lo seguían a todas partes: gente de Galilea… de Jerusalén, de toda Judea y del… Jordán”, Mateo 4:25 (NTV). Estas primeras operaciones del Espíritu indicaban que el tiempo de sequía se había terminado dando lugar a una nueva y gloriosa temporada de lluvia. Al inicio de su ministerio Jesús dijo: “… Cosas mayores que estas verás”, Juan 1:50. Y al final aseguró: “Obras… mayores harás”, Juan 14:12. La lluvia temprana estaba a la puerta y Pentecostés señaló su comienzo. En esos años, la semilla del evangelio fue sembrada y el Espíritu Santo formó la iglesia. Los profetas habían anticipado esta lluvia: “En los postreros días, dijo Dios, derramaré mi Espíritu Santo sobre la humanidad…”, Hechos 2:17 (NT-BAD). “En el momento justo Dios nos enviará la lluvia… lluvia temprana y tardía… Así habrá una buena cosecha…”, Joel 2:23-24 (TLA, RV60). Pídanme lluvia… y haré que llueva en abundancia”, Zacarías 10:1 (TLA). Dios vendrá a visitarnosvendrá de nuevo sobre nosotros y con su poder creador convertirá el desierto en tierra fértil, y la tierra fértil… será mucho más fértil”, Isaías 32:15 (TLA, DHH). Él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros… como la lluvia de primavera que riega la tierra”, Oseas 6:3 (BAD); Isaías 35:7; Hageo 2:6-7; Isaías 43:19-20.

La lluvia temprana, es decir, el derramamiento inicial del Espíritu continuó a lo largo del primer siglo, disminuyendo gradualmente en poder y frecuencia a medida que el tiempo pasaba y la fe y la espiritualidad declinaba. Lluvias intermitentes y esporádicas cayeron sobre la iglesia en distintos lugares y épocas en los siglos siguientes. Desde la época de la reforma ha habido derramamientos cada vez más frecuentes y evidentes. La lluvia tardía es la preparación para el día de la cosecha, es la última época de la temporada de lluvias antes de la recolección final. Pero, ¿qué es la cosecha y cuándo llegará? Jesús dijo que “la cosecha es el fin del mundo”, Mateo 13:39 (NTV). Será el tiempo en que se le dirá al “Hijo del hombre” (Apocalipsis 14:14): “¡Empieza a cortar con tu hoz, y recoge la cosecha!... ha llegado la hora de recogerla. El que estaba sentado en la nube… recogió la cosecha”, Apocalipsis 14:15-16 (TLA). La cosecha está claramente asociada en las Escrituras con la venida de Cristo al final de los tiempos. Así como el labrador espera la lluvia temprana y tardía para que madure el fruto, de la misma manera hemos de esperar que la lluvia del Espíritu Santo caiga sobre el campo que es la iglesia, madurando el fruto espiritual en preparación para la cosecha, es decir para la venida del Señor, Santiago 5:7. ¡La época de la iglesia es la temporada de lluvia! Pentecostés fue el inicio de la lluvia temprana porque fue durante esas efusiones iniciales y poderosas del Espíritu que se esparció la semilla del evangelio por todo el mundo y se preparó la tierra para la cosecha final. Antes de que el tiempo concluya con el retorno de Cristo en la cosecha final hemos de esperar la lluvia tardía de la promesa o la recolección. ¿Podemos esperar el día de la cosecha antes de la temporada final del derramamiento del Espíritu, el cual es fundamental para la plena madurez de la cosecha espiritual? Antes de la venida de Cristo deberíamos esperar una temporada de derramamientos poderosos que eclipsen todo lo que la iglesia ha experimentado desde la reforma y que solo sea comparable en carácter y en poder con la lluvia temprana de la iglesia inicial.

Juan el bautista prometió que Jesús bautizaría en el Espíritu. ÉL los bautizará(los sumergirá”, Kadosh) en el Espíritu Santo…, Mateo 3:11 (BPD); Juan 1:33; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Hechos 11:16, 19:4-5. Después de ascender al cielo Cristo bautizó en el Espíritu, Hechos 2:1-4; 10:44 y 11:15-17. La palabra ‘bautismo’ significa inmersión. Ser bautizados en el Espíritu Santo quiere decir ser sumergidos completamente: “… Serán bautizados… bañados (ORO)… sumergidos (Kadosh)… en el Espíritu Santo…”, Hechos 1:5 (BL95). Los discípulos no fueron simplemente rociados en el día de Pentecostés, fueron inmersos, sumergidos en el Espíritu Santo.


El derramamiento del Espíritu fue prometido por Jesucristo: “El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón… Jesús estaba hablando del Espíritu de Dios, que recibirían los que creyeran en él…”, Juan 7:37-39 (TLA); Juan 4:14, 14:15-17, 16:7-15. Fue prometido por Dios el Padre. “… Enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros…”, Lucas 24:49. “… Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus hijos”, Isaías 44:3 (NTV). “... Derramaré mi Espíritu sobre toda la gente... Derramaré mi Espíritu... hombres y mujeres por igual”, Joel 2:28-29 (NTV); Isaías 59:19; Isaías 35:2. “... Dios... les dará el Espíritu Santo. Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo”, Hechos 2:38-39 (TLA). “Dios dice: en los últimos días, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad… Derramaré mi Espíritu sobre mis siervos, hombres y mujeres, y ellos profetizarán”, Hechos 2:17-18 (PDT). “Los últimos días” se refiere a la era de la iglesia que va desde Pentecostés hasta el retorno de Cristo. Eso significa que “ahora… estamos en los últimos días”, Hebreos 1:2 (PDT). ¡Qué maravilloso! Los que vivimos los últimos tiempos de “los últimos días” estamos al borde del segundo y más grande mover del Espíritu Santo. Entonces, cuando oramos por un avivamiento, la evangelización del mundo y el retorno a la tierra de nuestro bendito Señor estamos orando conforme a Su voluntad. Oramos por acontecimientos que fueron prometidos por Dios y que por lo tanto han de suceder, ¡porque lo que Dios promete, Dios lo cumple! Además de eso, lo que más nos anima es saber que nosotros mismos podemos ser parte de ese tremendo y más grande avivamiento que está a punto de derramarse sobre toda la humanidad. Dios ha prometido derramarse a sí mismo en los “últimos días”; es decir, ¡en estos días! “Dios dice: en los últimos días, derramaré mi Espíritu…”, Hechos 2:17 (PDT); Isaías 44:3; Joel 2:28-29. ¡Si el derramamiento del Espíritu fue la clave del éxito de los primeros creyentes entonces parece claro que también es la clave para los creyentes de hoy en día! Sin embargo, para que el derramamiento del Espíritu Santo ocurra deben estar dadas las condiciones. Alejarnos del pecado es esencial, pero también lo es la oración incesante: “Si se humillare mi pueblo… y oraren, y buscaren mi rostro… oiré desde los cielos… sanaré su tierra… y los haré prosperar de nuevo”, 2º Crónicas 7:14 (RV60, TLA). ¿Lo ves? No hay derramamiento del Espíritu si las condiciones no están dadas. Dios siempre está dispuesto a derramarse a sí mismo y espera por nosotros, ¿cuánto tiempo le haremos esperar?

“En los postreros días… derramaré mi Espíritu Santo sobre la humanidad…”, Hechos 2:17 (NT-BAD). Eso significa que habrá un despertar espiritual como nunca antes. ¿Cuándo? En los “postreros días”; es decir en estos días. Jesús dijo que una de las señales del fin sería el declive moral, pero también dijo que el evangelio sería predicado en todo el mundo, Mateo 24:14. ¿De qué otro modo se cumpliría esta palabra sino a través de una iglesia avivada? ¡Dios prepara silenciosamente el desbordamiento! El ojo del vigía ha visto “una nube tan pequeña como la mano de un hombre”, 1º Reyes 18:44. El oído atento ha captado el sonido de una “lluvia abundante”, Zacarías 10:1. ¡Dios abrirá las puertas de los cielos y derramará su bendición! Las obras de la oscuridad y las fortalezas de Satanás que por mucho tiempo se han resistido serán totalmente quebrantadas. La pureza y la autoridad espiritual de la iglesia serán recuperadas. Las sendas del cristianismo apostólico se recobrarán. Las tercas voluntades de los hombres que han resistido a la presentación del evangelio se rendirán al irresistible fluir del Espíritu. Las oraciones de las madres por sus hijos rebeldes recibirán respuesta. El clamor de la esposa por su esposo endurecido desatará la salvación esperada. Lo que no se logró en años se logrará en pocos días. ¿Puedes creerlo? El Señor vendrá como un río encajonado, impelido por el soplo de Jehová, Isaías 59:19 (RV 95). ¡Ánimo! Estamos a punto de ver, más que eso, a punto de experimentar el más grande mover espiritual de todos los tiempos. El señor oscuro de este mundo no podrá impedirlo. Las personas empezarán a tener inquietudes espirituales por sus almas y Dios será el tema de conversación de todos. ¡Créelo! Oremos con todas nuestras fuerzas: ¡Oh Dios, derrama de tu Espíritu, aviva la iglesia y salva a los perdidos!

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