25 Domingo B Hacerse niños
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Hacerse niños
Nos imaginamos a Jesús caminando con sus apóstoles, yendo de aquí para allá, rodeado de gente, haciendo milagros. Cuando caminamos con un grupo numeroso, se forman diferentes grupitos, delante, en medio y atrás. Se desarrollan diferentes conversaciones y la gente va cambiando de grupo, dependiendo del camino. Jesús oyó que sus apóstoles mantenían una conversación acalorada detrás de él. Cuando llegó a Cafarnaúm les preguntó que discutían. Se quedaron silenciosos, avergonzados. Habían dicho cosas que no querían que se enterara Jesús. Nos pasa a nosotros. Por soberbia a veces decimos cosas que luego nos arrepentimos. Refleja lo que tenemos en la cabeza. Es bueno mantener nuestra mente limpia, vacía de pensamientos inoportunos.
Habían discutido quien sería el mayor, el más importante en el reino de Jesús. Como un grupo de niños en el patio del colegio discutiendo a ver quién tiene un padre más fuerte o gana más dinero. Jesús aprovechó esa oportunidad para darles una lección de humildad. Podía haberse desanimado al ver que clase de hombres había escogido. Los conocía bien y los había elegido a pesar de sus limitaciones. Lo mismo nos pasa a nosotros. Jesús nos conoce bien y nos ama con nuestras imperfecciones. Nos ha elegido a pesar de ello. Esto nos debe dar mucha confianza.
Jesús quiso darles una lección gráfica. Estaban de tertulia por la tarde hablando en el jardín de la casa. De repente cogió uno de los niños que corrían por alrededor y lo puso en medio de ellos. De repente el chico se volvió tímido al verse en el centro de atención. Jesús lo calmó abrazándolo. Podemos ver su carita de pillo y la sonrisa de su madre, orgullosa de que el profeta hubiera elegido a su niño. Me recuerda una foto famosa de Juan Pablo II abrazando a un niño con Sida en Estados Unidos. Sentimos envidia de este niño, que la tradición dice que fue San Marcial. Con el niño en sus brazos mostrando una imagen verdaderamente gráfica, Jesús les dijo: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”
Son palabras misteriosas y fuertes, directas. No dijo que sería mejor, o que os recomiendo, o que lo intentéis, sino que dijo categóricamente: no entraréis. Para entrar por la puerta del cielo hay que hacerse pequeños; sino no cabemos. La puerta de la basílica de la Natividad en Belén es muy pequeña y uno tiene que agachar la cabeza para entrar por ella. Se puede decir que la purificación que sostendremos en el purgatorio consistirá en volverse pequeños, quitando toda esa costra que nuestra soberbia ha puesto por encima de nuestra niñez. Y Jesús añade estas palabras: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos.” Imagina una carrera que gana el que llegue el último.
El libro de los Proverbios dice que Dios juega con los hijos de los hombres. Dios quiere jugar con nosotros si le dejamos. Si somos niños, es más fácil jugar con él, el juego que él quiera jugar. Nos cuesta jugar con Dios, pues normalmente solo queremos jugar a lo que nos guste.
josephpich@gmail.com
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